NO AL TERRORISMO
Yo conocí a un estudiante de medicina palestino y el chico que hace shawarma cerca de casa también es palestino, creo que son buenas personas y creo que como ellos, sus familias y la mayoría del pueblo palestino deben ser buenas personas, unas más creyentes en su fe que otras, con sus costumbres, unas que comparto como su hospitalidad y otras que no, como la discriminación a las mujeres.
En el colegio conocí a algunos niños de familias judías que llegaron al Ecuador huyendo del holocausto nazi, todos para mi son buenas personas y estoy seguro de que la mayoría del pueblo judío está compuesto por buenas personas, unas más creyentes que otras, con unas formas culturales que comparto como los kibutz y otras que no, como la discriminación a las mujeres de los judíos ultraortodoxos.
Pero tanto en Palestina como en Israel hay una minoría de extremistas, fanáticos, que tienen secuestrados a sus pueblos y a la humanidad en la barbarie del terrorismo.
Los yihadistas islamistas niegan la existencia de Israel y quieren acabar con ellos, porque según ellos siguen el Corán.
Los sionistas de Netanyahu y compañía llevan 16 años bloqueando a la Franja de Gaza, quieren acabar con los palestinos y quedarse con todo el territorio, porque según ellos así dicen su Torah.
La barbarie siempre busca justificaciones o excusas en la religión, y me niego a creer en dioses tan crueles.
La masacre terrorista de Hamás debe ser condenada con firmeza y sin ambages por toda la comunidad internacional y por cada ser humano decente en el mundo.
De la misma manera que el terrorismo de Estado del sionismo contra el pueblo palestino debe ser condenado con la misma energía y firmeza.
Matar a civiles, a mujeres y a niños es execrable, las manos que cometan semejantes crímenes deben ser condenados, no importa si son palestinos o israelitas.
El pueblo judío sufrió el Holocausto nazi, el pueblo palestino sufrió la Nakba, no se merecen estar bajo la égida de élites sicópatas escudadas en fanatismos religiosos.
Isaac Rabin y Yaser Arafat fueron líderes valientes y firmaron los acuerdos de paz de Oslo.
A Rabin lo mataron los extremistas que hoy gobiernan Israel y a Arafat lo envenenaron los extremistas que hoy mandan en Gaza.
Pero ese, la paz, es el único camino para ambos pueblos que tienen derecho a tener cada uno su propio Estado y compartir la ciudad santa de Jerusalén, a tener fronteras seguras y a vivir en paz.
Ambos pueblos con el apoyo de la comunidad internacional deben zafarse de los extremistas que los gobiernan y sentarse a negociar una paz duradera en Tierra Santa.
El merecido castigo a Hamás no debe convertirse en una venganza contra inocentes, que denigrará a quien la cometa tanto como a los yihadistas y será el preludio de una venganza mayor en un espiral de violencia inacabable como vemos en estos días, en un Oriente Medio con potencias nucleares que nos ponen en riesgo a la humanidad toda.
La paz es el camino, no la guerra, peor el terrorismo.
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