Luego de 50 años de recorrer el país. De contar historias y hechos. De develar actos de corrupción. De señalar lo que a políticos y funcionarios públicos no les gusta que se señale. De acompañarlos cada mañana con el delicioso aroma de un café. Luego de compartir estos momentos gratos y otros no tanto, seguiré hablando. Ante la realidad nacional y el cambio profundo que debe atravesar el país, la peor postura que se puede tomar es la del silencio. Y sí que han intentado callarme.
Algún funcionario público del Gobierno de Rafael Correa me amenazó con quitarme una publicidad en esa época inexistente, porque si algo no hacía el expresidente prófugo era pautar con medios privados. Una alcaldesa de Guayaquil envió de emisaria a su hermana para decirme que si quería publicidad tenía que alinearme. Que equivocada.
Decidimos, junto con el director y el editor general, publicar, como es nuestro deber, los problemas de la ciudad, así como la repentina compra de terrenos cercanos al aeropuerto de Daular, hasta ahora explicada, del exesposo de esa alcaldesa. Otro emisario del Gobierno de Guillermo Lasso desfiló con el mismo mensaje y se retiró con la misma respuesta para todos: mis páginas han estado y estarán siempre al servicio de los ciudadanos, una posición que aún les es difícil de comprender.
Pese a las amenazas, aquí sigo. Observando cómo el silencio, el mismo que acuñó el expresidente prófugo en Bélgica durante su gestión, ahora se replica casi calcado cuando se trata de responder mis preguntas. Poquísimos altos funcionarios del actual Gobierno han tenido, hasta ahora, la predisposición de conversar conmigo. A los que no, preguntarles: ¿cuál es el miedo?
Me gustaría preguntarle al presidente Daniel Noboa qué tiene planificado luego de que acabe el estado de excepción y, con él, el conflicto armado interno en el país. ¿Viviremos en constante estado de excepción? Claro que me encantaría consultarle al ministro de Salud, Franklin Encalada, si le pone salsa de tomate a su almuerzo, o permitiría que su familia lo haga como sí lo hacen en muchísimas casas del Ecuador, con la plena garantía de que no tiene plomo. Como nos gustaría entender cómo el Ministerio de Turismo instala un enorme y muy bonito stand en la Feria Internacional de Turismo en Madrid, sin gestionar previamente con las autoridades de España que levanten la advertencia a sus ciudadanos de no venir a Ecuador por la inseguridad. Pero por supuesto que quisiera preguntar a la ministra de Gobierno, Mónica Palencia, en dónde están todos los miles de detenidos durante el estado de guerra y cuántos están ya liberados. Me encantaría preguntar a la Superintendencia del Control del Poder del Mercado, por qué permitió que la empresa Lafattoria aglutine el servicio de alimentación en casi todas las cárceles del país; o al alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, por qué tanto apuro en construir el aeropuerto de Daular si aún no resuelve el caos vehicular de vía a la costa. Como es posible que nadie del Gobierno, asambleístas, alcaldes, prefectos, funcionarios públicos, actores políticos, gremios diga una sola palabra cuando un prófugo de la justicia como Xavier Jordán me demanda, así como a otros medios de comunicación y periodistas irrespetando el debido proceso. ¿Cuál es el miedo de hablar?
Me tachan de “duro”. Sí, lo soy. Prefiero ser duro a cómodo y servil. Entiendan que mi trabajo es hacer preguntas y el de ustedes es responderlas. No a mí, a los ciudadanos. Son a ellos a quienes les niegan la oportunidad de obtener contestaciones. Seguiré haciendo mi trabajo con el mismo rigor y responsabilidad. Y seguiré pidiendo las entrevistas que tenga que pedir las veces que sean necesarias. Y dejando en evidencia el confort del silencio las veces que decidan descansar sobre él. Por eso seguiré hablando; mientras otros, deciden callar. Diario EXPRESO
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